Capítulo 162
Capítulo 162
ATRACCIÓN PELIGROSA. CAPÍTULO 11. Un hombre celoso
¿Que Aaron Orlenko era un buen hombre? Sí, eso sí. ¿Que era un dechado de virtudes…? Pues eso no. Y se dio cuenta en el mismo momento en que escuchó aquel “Nos vemos mañana” y sintió que estaba loco por nalguear a Nahia y no de la mejor manera.
No dijo ni una palabra en todo lo que quedó de tarde, pero ella, en cambio, parecía muy animada. Conversó con todos sus compañeros de clase, visitó todos los lugares de interés y los salones en los que iba a recibir materias y básicamente habría pasado el día perfecto si no hubiera, como siempre, una mosca en la sopa. NôvelD(ram)a.ôrg owns this content.
-¡Por dios, es que está más bueno que… que…! ¡Ni siquiera tengo con qué compararlo! -murmuró una chica llegando junto a ella y Nahia recordó que se llamaba Vanessa, la genio lingüista de la clase, así que literalmente debía estar muy impresionada para quedarse sin palabras-. ¿Cómo haces para pasar todo el día con él y no comértelo? 2
-¿Porque tengo autocontrol? -replicó Nahia forzando una sonrisa.
-O porque no te gustan los hombres, linda, porque no hay forma de que no te quieras comer ese pastel suspiró Vanessa mirando al guardaespaldas de arriba a abajo y humedeciéndose los labios de una forma en que ni a Nahia ni a Aaron le pasó desapercibida.
Mi guardaespaldas es mucho más que un pedazo de carne, Vanessa -dijo Nahia con incomodidad-. Pero no es fácil conocerlo a fondo.
-No, si yo lo que quiero es que me conozca hasta el fondo -gruñó la chica con tono necesitado y Nahia se alejó de ella para no tener que ponerse desagradable. 2
Vanessa era una de las alumnas que vivían en las residencias del campus, así que por suerte fuera de clases no tendrían que encontrarse con ella.
Sí, le molestaba mucho que se comiera a Aaron con los ojos, pero no iba a hacer una escenita de ceos porque sabía que el sentimiento no era mutuo, y no iba a hacer pagar a Aaron por la calentura de su compañera de clase. Lo lindo y lo sexy no se le podía quitar así que ella iba a tener que aprender a vivir con un chico codiciado.
Vio a Vanessa ir a sacarle conversación a Aaron, pero estaba segura de que él no le daría ninguna entrada a sus coqueteos, y además ella estaba muy ocupada armando sus planes.
Ese día se le perdió tres veces a Aaron entre la gente, y aunque finalmente él siempre terminaba encontrándola, se empezó a molestar aún más cuando ella no quería decirle qué traía o llevaba. Al final del día su mochila pesaba considerablemente y Aaron sabía que no eran solo libros.
-Espero que de verdad no estés planeando otra broma -murmuró él esa noche mientras comían-. Te advierto que los fuegos artificiales debajo de mi cama podrían iniciar un incendio en el edificio.
Nahia se aguantó la risa.
-Pues no lo había pensado -replicó-, pero gracias por darme ideas. ¿Quieres postre?
Aaron achicó los ojos porque ella estaba demasiado amable. Desde que se había encontrado con el conde de montecristo pirata con florete no dejaba de sonreír.
-¿En qué andas, Nahia? -siseó él sintiendo cómo los celos lo dominaban.
-¡En nada malo, te lo juro! -respondió ella recogiendo los platos y poniendo el postre entre los dos, incluso fue la primera en probarlo para que él se diera cuenta de que no tenía nada de malo… como un laxante, por ejemplo.
Pero Aaron no se había comido ni tres cucharadas cuando el teléfono de Nahia empezó a sonar y la vio meterse la mano en el bolsillo mirando el número.
-Lo siento, tengo que contestar, permiso -dijo ella corriendo hacia su cuarto y a Aaron casi se le desprendió la Quijada porque “permiso” no era algo que la escuchara decir a menudo.
Nahia se encerró en su habitación y contestó al teléfono.
“Hola amiga” saludó Josh y Nahia sonrió.
-Hola, ¿cómo estás?
“Trabajando para ti aunque todavía no sé por qué“, respondió Josh. “Pero logré conseguir lo que me
pediste. No tiene muchos años así que por suerte todos los archivos estaban digitales, solo te advierto que son muchos”
Nahia casi saltó de alegría.
-¡Mándame esas fotos de inmediato! -exclamó- ¡Ah, espera, voy por la impresora!
Dejó el teléfono sobre su cama y Aaron se alejó rápidamente de la puerta mientras ella salía y desconectaba la impresora que estaba en la salita para cargarla hasta su cuarto.
-¿Necesitas ayuda? -preguntó Aaron.
-Nop, gracias, esto tengo que hacerlo yo solita -sentenció ella volviendo a su habitación y cerrando con
seguro.
Por supuesto que Aaron ni corto ni perezoso le pegó el oído a la puerta. 1
-¡Listo, mandame esas fotos! -la escuchó decir para después soltar toda serie de exclamaciones-. ¡ Oh, dios mio! ¡Eso sí que no lo esperaba! ¡Es un monstruo…! 1
Y todo lo demás fue ahogado por el sonido de la impresora mientras Nahia metia uno tras otro el papel de fotos y sacaba todas aquellas fotografías. Aaron, en cambio, se había puesto más rojo que un tomate imaginando toda clase 2
-¡Me encanta, no puedo esperar! -la escuchó decir con un suspiro. 1
“Me alegro, entonces mañana nos vemos a las cinco” le recordó Josh.
-Mañana a las cinco aceptó Nahia y pasó el resto de la noche haciendo manualidades como si tuviera diez años. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan entusiasmada con algo, así que no se detuvo hasta que no lo tuvo todo listo.
Aaron la vio apagar la luz a las tres de la madrugada, y se durmió refunfuñando por lo que fuera que la había mantenido despierta, y que hasta el momento tenía nombre y apellido y muy desagradables por cierto.
Al día siguiente ella se levantó más contenta que nunca y Aaron más frustrado, pero si estaba tratando de no dejarlo ver, cuando la vio saludar a Josh antes de entrar a clases, se le olvidó que debía disimular.
-Déjame hacerte una pregunta -siseó llevándola a un lado. ¿A ti te gusta el estirado ese?
-¿Quién Josh? -preguntó ella con una sonrisa-. Es muy agradable, pero no, no me gusta.
-¿Entonces a qué estás jugando con él? -gruñó Aaron.
-No estoy jugando a nada, solo me está haciendo un favor -respondió Nahia.
-i¿Y para eso tienes que hacerle tantos ojitos?! -siseó él con molestia. 1
-Oye, no le estoy haciendo ojitos, soy una persona amable, siempre lo he sido -replicó Nahia-. No hay
razón para que estés así, de verdad -murmuró ella frunciendo el ceño y Aaron respiró profundo antes de asentir y dejarla entrar a clases.
Pero a Aaron le costó mucho trabajo olvidar el incidente, y durante toda la clase estuvo mirando de reojo a Nahia.
Durante el resto del día, Aaron se sintió cada vez más celoso. No podía evitarlo, cada vez que veía a Nahia escribiendo en su teléfono queria ir ver por qué diablos estaba tan entusiasmada,
Había algo entre ellos dos que él no entendía, pero sabía que quería descubrirlo. Nahia parecía tierna e inocente a pesar de su temperamento, pero a Aaron lo habían enseñado a desconfiar de todo y no quería creer que se estaba equivocando con ella.
Casi al final de la jornada, cuando se acercaban las cinco de la tarde pero todavía no acababa la clase, la vio levantarse y dirigirse a la puerta.
-Baño dijo elia en su oído como para que no se fuera a preocupar.
Sin embargo Aaron no se lo creyó y decidió actuar. Seguir a Nahia era su mejor opción, así que fue tras ella sigilosamente para ver a donde iba o con quien hablaba. Se mantuvo discreto hasta que la vio llegar
al baño, mirar a todos lado y luego echar a correr lejos del edificio.
Ir tras ella no fue un problema, el problema fue cuando la vio llegar a las gradas del campo de fútbol y
encontrarse con Josh.
-¡Lo siento! Vengo corriendo y escapada -jadeó ella con una sonrisa.
-Tranquila, estaba viendo el entrenamiento le dijo él.
Aaron se acercó lo suficiente para escucharlos sin ser visto, y observó cómo el chico se metía una mano en el bolsillo y sacaba una llave que le entregó a Nahia.
-Recuerda, después de las nueve le dijo Josh-. Ahora solo queda que te puedas escapar de tu guardaespaldas.
-¡Claro que voy a poder escaparme! No es como que no me vaya a encontrar, pero tendré alguna ventaja -declaró Nahia convencida y se despidió de Josh para volver a su salón.
Aaron apretó las manos en puños mientras procesaba aquello. Sí, parecía que se había equivocado en grande con Nahia, porque aceptar una llave de un chico y escaparse para verlo en la noche no era precisamente lo que había esperado de ella.
-Maldición!-gruñó con impotencia mientras volvía al salón con paso tranquilo, y se quedó afuera esperando que la clase terminara.
Nahia miró a todos lados mientras recogía sus cosas, pero cuando salió y lo vio esperando junto a la puerta del salón, solo le dirigió la sonrisa más inocente del mundo, una que él ya no iba a tragarse. El corazón de Aaron latía como un tambor mientras procesaba aquella capacidad de Nahia para mentir, no podía creer que hubiera pasado eso por alto.
Cuando terminaron las clases ella se despidió de todos y se subió al auto como si no estuviera en medio de una conspiración. Cenaron en silencio y ella volvió a encerrarse en su cuarto con el pretexto de que tenía que estudiar, sin embargo rayando las ocho y media Aaron la vio bajar por aquella escalera de incendios y subir a su auto.
Nahia salió sigilosamente del estacionamiento y poco después se detuvo frente a una pequeña tienda de conveniencia. Su mochila se veía más pesada cuando salió, y de ahí solo la siguió a una distancia prudencial mientras ella se detenía en el campus de la Universidad.
Así que eso era… -gruñó decepcionado. La llave de una maldit@ residencia.
Negó con rabia y se bajó del auto después de estacionar junto al auto de la chica. Se suponía que era su guardaespaldas, se suponía que la cuidara, pero el tiempo de cuidar su trasero ya había pasado. Si ella de verdad quería escaparse para ir a ver al imbécil del espadachín… ¡entonces él no tenía nada que hacer con eso! Ya la había salvado una vez y no estaba dispuesto a repetir la historia.
Se cruzó de brazos mientras apretaba los dientes, porque no había nada peor que tener que estar donde no quería por obligación, pero volvió a recordarse que era un guardaespaldas y su trabajo estaba primero. ¡Él era un profesional aunque ahora mismo la odiara con todas sus fuerzas por estar en alguna de aquellas residencias revolcándose con quien no debía!
Pero Nahia no estaba en una de las residencias. Estaba en un lugar muy diferente, uno que solo podía conseguirle el capitán de un equipo deportivo de la universidad.
Arregló todo lo que llevaba en el menor tiempo posible y luego miró su reloj, ya había tiempo suficiente como para que Aaron se diera cuenta de que ella no estaba, para eso había dejado una alarma que sonaría sin descanso en su habitación veinte minutos después de que ella saliera.
Cerró de nuevo con llave antes de dirigirse al estacionamiento y vio el auto de su guardaespaldas. Sonrió porque por supuesto que él ya estaba allí esperándola, sin embargo su sonrisa se borró en el mismo instante en que le dio la vuelta al auto y se enfrentó con una de sus peores pesadillas:
Sí, Aaron estaba ahí… pero no estaba solo ni esperándola, en cambio, tenía la lengua metida en la boca de Vanessa como si fuera la última mujer en el mundo.