El empresario del corazon roto

Chapter 77: Un poco más sobre él



Chapter 77: Un poco más sobre él

[Isabel]

Después de dicho acontecimiento en la sala que nos hizo olvidarnos por completo del jacuzzi y de

todo lo que se supone que haríamos, así que prácticamente acabamos sentados en la hermosa mesa Content bel0ngs to Nôvel(D)r/a/ma.Org.

que había en la terraza escuchando las olas del mar y comiendo una deliciosa pizza siciliana y pasta

que nos supo a ambos a gloria.

Mi guapo esposo me servía un poco más de vino y yo observaba el horizonte mientras el brillante sol

se escondía detrás del monte Etna. Me sentía en la época de Helena de Troya, aquí en este hermoso

lugar vestida con ropa ligera y fresca disfrutando de los placeres de la vida, sólo faltaba los collares y

brazaletes de oro y las joyas adornando mis ropas.

―Esto es tan bonito que no lo puedo creer.― Le confieso.― Jamás había viajado por mar y ahora que

lo hago no lo puedo creer. Ya quiero llegar al siguiente destino, me emociona el hecho de seguir

descubriendo el mundo contigo.

Quentin me toma de la mano y me la besa.― A mí también me emociona.

Me volteo y estiro la pierna de mi cicatriz para recargar sobre su silla y él enseguida comienza a

masajearla― ¿Qué otros lugares del mundo haz conocido? ― Le pregunto.

―Hmmmmm―Expresa.― Si soy sincero no muchos. Uno puede pensar que como empresario de una

cadena de empresas de Oro ha estado por todos lados, viajado alrededor del mundo y disfrutado de

cada platillo y lugar, pero no es así, o en mi caso no lo fue. Sí he ido a bastantes lugares el más lejano

Dubai.― Presume y yo sonrío.― Pero simplemente fue de entrada por salida. Hasta este momento,

contigo, es que puedo darme la oportunidad de conocer pero ¿por qué lo preguntas?

―Porque eres una persona con mucha cultura y al lugar donde vamos lo recorres como si fueras un

experto en viajes.

―Se llaman libros, mi amor, durante toda mi vida he leído mucho, no sólo por mis estudios si no por

placer. Se parte de este “imperio del oro” no es tan divertido que digamos, por eso Jaqueline huyó a

Nueva York, bueno, ella podía hacerlo.

―Cuéntame más sobre tu familia, jamás hablas de ellos.― Le pido.

Él suspira.― Mi familia es simple, somos asquerosamente ricos, pero muy simples en cuestión de lo

que se tiene que hacer. Mi padre, hombre duro y de negocios con la familia y casa perfecta, respetado

en el medio y mi madre.― Esboza una sonrisa.― Cantante de ópera.

―¿Qué? ¡En verdad! ― Expreso emocionada.

―Sí, la famosa cantante Sara Saavedra, muchos años estuvo sobre los escenarios hasta que mi

padre se casó con ella. Era hija del socio de mi abuelo, así que ya sabrás que pasó.― Sonrió.― Mi

infancia la pasé entre internados y veranos en mi casa y amaba acompañar a mi madre a la ópera, la

última que vimos juntos fue Don Giovanni de Mozart.

―Jamás he ido a la ópera.

―Podemos ir cuando gustes, sería un placer llevarte.― Me dice con ternura.

―En fin, mi familia siempre se dedicó a esto, así que puedo decir que mi destino prácticamente estaba

ya marcado desde el día que nací. Fui educado para ser quien soy sin muchas otras opciones, no se

me permitió soñar si quería ser doctor o veterinario, si no que simplemente se me dijo “eres el

siguiente, hazlo”.― Confiesa.― Mi padre era una persona firme, mucho muy dura, llevaba con aplomo

todo y así nos educó a Jaqueline y a mí. Ella era más apegada a él e incluso sus actitudes eran muy

similares, yo, fui educado por mi madre, no porque fuera el consentido sino que al ver como era mi

papá quiso evitar que su único hijo fuera de esa forma.

―¿Entonces debo agradecerle a tu madre que seas así?

―Así es.― Contesta sensual y toma un poco más de vino.― Siempre me recordaba lo que era el

amor. Supongo que su cercanía al arte le dio esa sensibilidad que, a pesar que Jaqueline era la

pintora estrella de la casa, sólo lo pudo transmitir a mí, por eso estudié a la par de mi carrera historia

del arte y música, en su honor, quería que supiera que su legado estaba a salvo conmigo, tenía la

esperanza de que mis hijos pudieran desarrollar ese amor. En fin, mi madre murió cuando yo tenía 18

años a vísperas de ir a la universidad y casarme con Nadine, me encontraba en el internado y no me

pude despedir de ella. Recuerdo haber llorado mucho escondido en el baño de mi habitación porque

me era prohibido hacerlo. Ahí tuve mi primer ataque de pánico, lo recuerdo muy bien, el prefecto me

dio la noticia de la muerte de mi madre mientras me encontraba en clases de esgrima era uno de los

favoritos para competir a nivel nacional y candidato para representar a Francia en las olimpiadas.

―¿En serio? ― Pregunto sorprendida.

―Sí, desde pequeño lo practique, al igual que el polo. Cuando me dijeron me encontraba justo en un

torneo de selección interno, era mi turno cuando él imprudentemente entró y dijo mi nombre en alto

“Valois” ― Pronunció con una voz diferente.― “Llamaron de tu casa, tu madre acaba de morir” dijo,

“dice tu padre que no es necesario que vayas, que lo harás en el verano”, pero para el verano faltaban

dos meses.― Explica.― Recuerdo que en ese momento quería salir corriendo de ahí ir a casa de mis

padres y llorarle al cuerpo de mi madre que estaba seguro yacía en esa cama dentro de ese cuarto

que mi padre había acondicionado como el de un hospital, pero no podía, mi deber era pasar a las

nacionales de esgrima y ser candidato para las olimpiadas.― Pronuncia con dureza.― Recuerdo

haberme bajado la careta del equipo y caminado al centro de la pista En garde! Escuché a mi maestro

y de ahí perdí la razón, no recuerdo lo que hice, todavía años después no puedo hacerlo, sólo sé que

fui seleccionado nacional y todo lo que sentía en ese momento de tristeza se fue sustituyéndolo por un

orgullo desconocido.

Escucho las palabras de mi esposo y ahora comprendo muchas cosas, la actitud que tuvo ante la

muerte Nadine y sus hijos―¿Después que pasó?

―Terminé mi día como si nada y al irme a dormir sentí esa sensación en el pecho, ahora comprendo

que era, pero en el momento fue… paralizante. Caminé al baño para meterme a la ducha y tratar de

apagar el llanto lo más que podía pero no lo logré, era tan fuerte que retumbaba en mis oídos debido

al eco. Ese día, si ya no tenía respeto por mi padre, se terminó. En el verano regresé a mi casa y todo

era normal, como si nunca hubiera tenido una madre, tan raro y tan obvio a la vez.

―¿Obvio?

―Sí, obvio. Era algo tan de mi padre que todos lo esperaban, no había persona en la casa que

pensara lo contrario, nunca supe si mi padre en verdad la amaba o no, porque no había ni una gota de

sentimiento en él o algún tipo de demostración. Por eso me prometí que si me casaba trataría a mi

esposa como reina, que le demostraría cada día que la amaba por si en algún punto…

―Ella se iba antes que tú.― Termino la frase.

Bajo la pierna y acerco mi silla hacia él para quedar frente a frente.― No luches para ser diferente a tu

padre, ya lo eres.

―Lo sé, mi amigo del Moral tenía el mismo problema ahora que lo veo.

―¿Qué era? ¿El internado de los hombres atormentados por sus padres?― Bromeo y él lanza una

carcajada.

―Podría ser, pero te puedo decir que valió la pena cada situación que pasé si todo me llevaba a ti. Me

hubiera gustado que hubieras conocido a mi madre, le hubieras agradado, no como con Nadine.

―¿No le agradaba?

―Ni un poco. Cuando se la presente tenía la enfermedad muy avanzada, por mucho tiempo creí que

había muerto antes de mi boda para que no viera como arruinaba mi vida o algo así, ahora que sé

todo lo que pasó pienso “le hubiera hecho caso”.

―Dicen que las madres tienen un sexto sentido. La mía cuando le platiqué de ti me dijo “te vas a

casar con él, ya lo veo venir”

―¿De verdad?

―Sí, fue gracioso porque yo sólo le conté que me gustaba tu voz y nada más.

Quentin toma mi rostro―¿Aún te agrada?

―Más que nunca.

Une sus labios a los míos para fundirnos en uno de los tantos besos que nos damos a diario. Esta vez

no es vino el sabor, es una rotunda felicidad lo que nos embarga a ambos. Se separa de mí y me ve a

los ojos.

―Te prometo que viajaremos por el mundo, que veremos todo y lo disfrutaremos más, que nuestros

hijos siempre verán como sus padres se aman con locura.

―Lo sé, eso tenlo por seguro… sólo una pregunta ¿ganaste?

―¿Qué?

―Campeón nacional de esgrima.

Quentin sonríe.―Dos veces madame, y una vez de Polo, después ya no pude competir porque el

mundo empresarial me atrapó pero aún puedo arreglármelas con el florete, la espada y el sable.

Me sonrojo.―Me consta que sí.― Bromeo y ambos reímos


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