Capítulo 302
Capítulo 302
Él anunció nuestro compromiso y, más tarde, nuestra separación. En ambos casos, me mostré increíblemente cooperativa, pensando que, después de eso, cada uno seguiría su propio camino. Sin embargo, lo que nunca imaginé era que mi mera existencia ya no seria tolerada por ellos.
Isaac me abrazaba con fuerza, casi intentando fundirme con su ser, mientras me tranquilizaba en voz baja: “¡No es eso, Cloé! No quise decir eso, por favor, calmate.”
¿Entonces qué quieres decir?”
Luchaba por controlar el temblor de mi cuerpo, respondiendo con un tono cargado de sarcasmo: “¿Vas a decirme que nunca pensaste en casarte con ella? ¿Que enviarme al extranjero fue solo por mi bien?” ¿Qué significaba entonces ese disparo que me habia lanzado, o su defensa hacia Abril frente a Fabiola? ¿Era acaso una broma? ¿O simplemente que me lo merecía? Ya no podia, ni me atrevía a creer en él nunca más. Aunque dolorosas y duras, las palabras de la madre e hija Monroy tenían algo de cierto; Isaac y yo simplemente no perteneciamos al mismo mundo.
Aunque una vez, por Ricardo Montes, Intenté acercarme a su mundo, todo resultó ser una ilusión efimera y vacia. Incluso viviendo bajo el mismo techo, eramos como dos líneas paralelas que jamás se cruzarian.
Al cirme, Isaac detuvo su mano en mi espalda, aflojando su abrazo, y apoyando su frente contra la mia, luego me miró intensamente y me dijo: “Confia en mi, solo una vez más…”
Senti como si me quemara, Instintivamente quise apartame, pero luego, algo me hizo sostener su mirada: “¿En qué debería confiar? ¿En que después de tres años de matrimonio no has querido ni tener un hijo conmigo?”
El día que fuimos a recoger el certificado de divorcio, esas palabras que soltó quedaron clavadas en mi corazón como espinas. No era por mi, sino por ese hijo que nunca tuvimos.
Su mirada estaba llena de arrepentimiento e impotengla, meditando sus palabras y diciendo: ” comentario… lo dije para…
En ese instante alguien golpeó la puerta en la que me apoyaba mientras preguntaban: “¿Quién es ahi?”
Era la voz de Camilo. Pero su tono era severo, diferente de su habitual despreocupación. Ese era el territorio de la familia Monroy, y Camilo conocía a Abril. Si se enteraba, seguramente se lo diría. ¡No quería que, después de divorciarme, esos problemas siguieran persiguiendome! Empuje a Isaac con fuerza, quien permanecía inmóvil, y le pregunté en voz baja: “¿Qué pasa entre tú y Camilo?”
“¿A ti qué te importa?”
Con toda mi frustración, lo miré
é fijamente y le dije: “Sueltame! Si Camilo nos ve juntos, tu plan de compromiso con Abril se irá al traste…”
Antes de que pudiera acabar de hablar, la fuerza que me retenia desapareció de repente. La persona que un minuto antes parecia querer prometerme el mundo, en aquel momento temia que su prometida descubriera nuestra complicada relación. Forcé una sonrisa al verlo alejarse, sintiendo un ligero pinchazo en el pecho. Giré y abri la puerta, encontrándome con la mirada inquisitiva de Camilo. Su vista me atravesaba, echando un vistazo al patio con indiferencia y frialdad mientras me preguntaba: “¿Qué haces aquí?
“Yo sali después del desayuno, me perdi y de repente necesité el baño, pasé por aqui y vi la puerta
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abierta…”
Camilo no siguió preguntando, volviendo a su actitud relajada, y dijo con tono apacible: “Este no es un lugar para ti, no entres sin permiso.”
No debería haber respondido, pero tal vez par sentirme culpable, pregunté sin pensar: “¿Por qué?”
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Colocó su mano pálida y fría sobre la puerta, cerrándola suavemente y hasta cambiando la contraseña
de la cerradura. Todo el proceso lo realizó con calma y seriedad, como si temiera dañar algo.
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